En presencia de la Bendita Belleza
- Bahais Gran Asuncion
- Oct 19, 2017
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El distinguido orientalista, el extinto Edgard G. Browne, profesor de la Universidad de Cambridge, visitó a Bahá'u'lláh en Bahjí en el año 1890 y escribió sus impresiones como sigue:

“… mi guía se detuvo por un momento mientras yo me quitaba los zapatos. Entonces, con un rápido movimiento de la mano, retiró la cortina; cuando yo hube pasado la puso nuevamente en su sitio, y me encontré en una gran habitación, a lo largo de cuyo extremo superior había un diván bajo, mientras que en la pared frente a la puerta estaban colocadas dos o tres sillas. Aunque no tenía una vaga idea del lugar adonde iba y a Quién había de contemplar (pues, no me había sido proporcionada ninguna información precisa), pasaron unos segundos antes de que, estremecido de asombro y reverente temor, tuviera conciencia de que la habitación no estaba vacía. En el ángulo donde el diván se apoyaba en la pared distinguí una extraordinaria y venerable figura, coronada con un tocado de fieltro, parecido a los llamados “taj” por los derviches, pero diferente en la hechura y mucho más alto, y en la base del cual estaba arrollado un pequeño turbante.
El rostro de Aquel a Quien contemplé nunca lo podré olvidar, y, no obstante, no puedo describirlo. Esos ojos penetrantes parecían leer en mi propia alma; en Su amplia frente había poder y autoridad, mientras que las profundas líneas de Su ceño y Su faz denotaban una edad que parecía negar el negro azabache de Su cabello y Su barba, que descendía exuberante casi hasta la cintura. ¡No necesitaba preguntar en presencia de Quién me encontraba al inclinarme ante Aquel Que es objeto de una devoción y un amor que los reyes podrían envidiar y por los cuales los emperadores suspiran en vano!” “Una voz digna y suave me pidió que me sentara, y continuó: ‘¡Alabado sea Dios porque has llegado hasta Mí!... Has venido a ver a un prisionero y un desterrado… Nosotros sólo deseamos el bien del mundo y la felicidad de las naciones; sin embargo, nos consideran causantes de sedición y de rivalidades, merecedores de la prisión y del destierro… Que todos las naciones tengan una fe común y todos los hombres sean hermanos; que se fortalezcan los lazos de afecto y unidad entre los hijos de los hombres; que desaparezca la diversidad de religiones y se anulen las diferencias de raza. ¿Qué mal hay en esto?... Pero esto se cumplirá; esas luchas sin objeto, esas guerras desastrosas desaparecerán y la “Más Grande Paz” reinará… Ustedes, en Europa, ¿no necesitan también de esto? ¿No fue esto mismo lo que anunció Cristo?... Sin embargo, vemos a vuestros reyes y gobernantes disipando sus tesoros más en medios de destrucción de la raza humana… Estas luchas, este derramamiento de sangre y esta discordia cesarán y todos los hombres serán como miembros de una sola familia… Que ningún hombre se gloríe de que ama a su patria; que más bien se gloríe de que ama a sus semejantes…” Éstas son, más o menos, las palabras que puedo recordar y que, además de muchas otras, yo escuché de labios de Bahá. Que aquellos que las leen consideren por sí mismos si tales doctrinas merecen muerte y prisión, y si el mundo más probablemente gane o pierda por su difusión.”
(Bahá'u'lláh y la Nueva Era)
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Los siguientes relatos han sido adaptados de los recuerdos de Mirzá Alí Akbar-i-Káshiní, quien en numerosas ocasiones estuvo en presencia de Bahá'u'lláh:
"La primera vez que tuve privilegio de estar en presencia de la Bendita Belleza, El estaba residiendo en Akka. Yo estaba cohibido de excitación y timidez cuando un asistente me pidió que entrara. En ese momento oí la voz de Bahá'u'lláh pidiéndome que viniera. Con profundo sentido de la humildad, fui ante Su presencia, después de expresar mi servitud extrema a Su umbral, me senté. A su pedido me sirvieron té. Entonces, El recitó algunos Escritos Sagrados, después de lo cual dijo:"Que tus acciones sean una guía para toda la humanidad, que mediante tu comportamiento y conducta puedan ellos ser capaces de reconocer los signos y mandamientos de Dios".
"Una mañana estuve presente en la Casa Bendita de Akká y escuché a Bahá'u'lláh explicando que "el hombre no es infalible", pero que "Dios es el Todo Perdonador". En la misma forma que Dios es el "Ocultador", agregó, "así los creyentes deberían perdonar si encuentran faltas entre ellos. Decidles que no se preocupen solamente de ellos mismos, sino que centren su atención en la Causa de Dios. Aquello que es placentero a Dios es la unidad entre los creyentes".
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Se nos dijo que cuando Varqá (Mirzá Alí-Muhammad, mártir y poeta elocuente) fue llevado ante la presencia de Bahá'u'lláh y sus ojos fueron iluminados por el brillo de Su semblante, él estaba consciente de haberse familiarizado vagamente con esa Belleza incomparable, de haberlo contemplado ya, y sin embargo, no podía recordar dónde y cuándo había tenido esa merced.
En varias ocasiones, Varqá fue privilegiado en alcanzar la presencia de la Bahá'u'lláh, y su perplejidad continuó hasta que, durante una de sus visitas, la Bendita Belleza Se dirigió a él diciendo: "Varqá! Prende fuego a los ídolos de las vanas imaginaciones". Tan pronto estas palabras fueron dichas, Varqá recordó que, cuando era niño, había sido bendecido con la contemplación del semblante de Bahá'u'lláh en un sueño.
En su sueño, él estaba jugando con sus juguetes, Dios vino y Se llevó sus juguetes, arrojándolos al fuego. Al despertar, Varqá dijo a sus padres que esa noche había soñado con Dios, pero sus padres le reprendieron diciendo: "¿Qué clase de tontería es esa?¿Cómo es posible que uno pueda ver a Dios?". Gradualmente, el sueño se convirtió en algo olvidado hasta el momento en que la Bendita Belleza le dijo: "Prende fuego a los ídolos de las vanas imaginaciones". Instantáneamente, Varqá recordó el sueño de su niñez y, al hacerlo, hizo realidad su interpretación en el mundo visible.
(Sulaymání, Vol. I, pág. 253)
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A continuación se comparte la descripción del peregrinaje de Jináb-i Háj Muhammad-'Alí-i- Ahmaduf -i-Milaní:
"Aunque yo era un musulmán prejuiciado, un cambio tangible ocurrió dentro de mí cuando empecé a estudiar las Tablas de Bahá'u'lláh, particularmente cuando leí la Tabla revelada en honor al fallecido Háji Safir. Me convencí de que esta Causa provenía de Dios, tal fue su efecto en mi. No obstante, en mi mente quedaba una pregunta:¿En qué forma eran revelados los versículos sagrados, gradual o continuamente? Yo deseaba tener la respuesta de primera mano, mediante mis propios ojos. Ninguno de los amigos sabía de este asunto; guardé la cuestión para mi mismo.
Un día, ¡Alabado sea Dios!, pude hacer un peregrinaje; en compañía de mi hermano, salimos para Tierra Santa. Llegamos a la Tierra del Deseo y después de habernos recuperado de un esforzado viaje, el Maestro nos convocó a la presencia de la Bendita Belleza. Seguimos a Abdu'l-Bahá a cierta habitación; Él enrolló la cortina y nosotros entramos.
La Bendita Belleza estaba sentado en un cojín, y Mirzá Aqá Ján, Su amanuense, estaba sentado frente a Él. Como un torrente, las palabras fluían de Sus benditos labios. Me pidió que me sentara. Tres veces, durante la revelación de los versículos, pidió agua. En varias ocasiones, Mirzá Aqá Ján era incapaz de mantener el ritmo; Bahá'u'lláh hacía una pausa y le preguntaba hasta dónde había llegado. Él entonces repetía la frase y, exactamente en la misma forma que antes, continuaba hasta que la Tabla estaba terminada. Durante este tiempo, el Bendito rostro estaba sonrojado y Su frente estaba empapada de transpiración.
La Tabla llegó a su fin, y Bahá'u'lláh Se volvió hacia nosotros y nos dijo: "Sois muy bienvenidos!¡El veros Nos da alegría!
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Durante varios minutos, la Bendita Belleza estuvo ocupado con la revelación de los Versículos Sagrados, cuando súbitamente hizo una pausa y Se dirigió a Hájí Mirzá Haydar-Alí: "Tú a menudo has estado presente mientras se revelaban los Versículos Sagrados. Si toda la gente de la tierra deseara estar presente en estas ocasiones, no les negaría Mi permiso."
(Relatos registrados por Hají Mirzá Haydar Alí)
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