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Algunas historias del exilio de Bahá'u'lláh a Baghdád y estadía en Sulaymáníyyih

  • Writer: Bahais Gran Asuncion
    Bahais Gran Asuncion
  • Oct 12, 2017
  • 5 min read

Después de cuatro meses en la Mazmorra Negra, Bahá'u'lláh fue privado de todas Sus posesiones y Él y Su familia fueron enviados al exilio. En medio de un crudo invierno, viajaron a través de las montañas occidentales de Persia hacia Bahgdád, en ese entonces una ciudad del Imperio Otomano. Las palabras no pueden describir sus sufrimientos mientras caminaban cientos de kilómetros por caminos cubiertos de nieve y de hielo.


Bahá'u'lláh llegó a Baghdád el 8 de abril de 1853. Las historias siguientes se refieren a los diez años de residencia allí, que incluyen un período de aislamiento, desde abril de 1854 hasta marzo de 1856, en la región de Sulaymáníyyih, Kurdistán, donde vivió como una vida de reclusión, en estado de oración y meditación.




En una ocasión, Bahíyyih Khánum, la Hoja Más Sagrada, mencionó su situación en Bagdad:

Debido a la angustia y al encierro, mi madre, Ásíyih Khánum, tenía su salud delicada, pero siempre tenía que trabajar más allá de sus fuerzas. Mi Padre Se sentía muy entristecido por su condición, y a veces ayudaba en la cocina, tanto antes como después de Su estadía en Sulaymáníyyih.

(Blomfield, pág.47)


***


Mirzá Muhammad Taqí, uno de los primeros discípulos del Báb y un hombre altamente estimado en Nayriz, fue golpeado y torturado cruelmente después del segundo levantamiento de Nayriz que a penas podía moverse. De alguna forma, se las ingenió para arrastrarse hasta las afuera de Nayriz antes de caer a tierra como un cuerpo sin vida, donde se quedó profundamente dormido. Esta es la historia que él mismo relató:


Mientras dormía soñé con la Antigua Belleza. Aunque jamás lo había visto, no obstante, estaba seguro de que era Él, y que estaba en Baghdád. El me dirigió estas palabras: "A pesar de los agravios apilados sobre ti, Nosotros extendimos Nuestra protección para que pudieras mantenerte vivo. No te apenes y ven a mi a Baghdád." Pero no tengo dinero, repliqué, ni tampoco soy capaz de mantenerme en pie. "Confias en Dios?", fueron Sus próximas palabras, a lo cual yo respondí. "siempre he confiado en Dios". En ese momento desperté y para mi gran asombro, vi que una caravana había levantado campamento en la rivera del mismo río en cuya orilla yo había estado durmiendo. Resultó ser que eran peregrinos en camino a Karbilá, muchos de los cuales habían llegado a pie desde Kirmán.

Alguien salió de una tienda y para mi sorpresa vino directamente hacia mi y me pidió que le siguiera. Confundido por la sorpresa, me quedé clavado en el lugar. Él repitió Sus palabras. Yo lo seguí y entramos a la tienda. Allí vi que varias personas estaban sirviendo a un hombre de sorprendente apariencia, quien, como muestra de respeto hacia mi, se levantó y me hizo sentar junto a el. "Durante la noche", me dijo "soñé que el Imán Husayn había confiado a mi cuidado a una persona con las señas y apariencias que veo en usted, y me dijo: "Este Hají es Mi huesped. Él deberá acompañarte a Karbilá." Por lo tanto, usted es mi huésped hasta llegar a Karbilá." Y así, sin las formalidades usuales de presentación, este distinguido caballero me llevó con él, y a menudo advertía: "El Imán te ha guiado hacia mi, y enfatizó que debíamos mostrarte la mayor hospitalidad."


Cuando llegamos a Baghdád le dije: "Aquí es donde nos separamos". Él replicó que debía acompañarle hasta Karbilá, pero le expliqué que Ese mismo Personaje Bendito que me encomendó a su cuidado, también vino a mi en un sueño y me invitó a venir a Baghdád. Por lo tanto, yo me quedaré aquí y no continuaré el viaje hasta Karbilá." Mi anfitrión palideció cuando escuchó estas palabras y en forma de excusa replicó: "Al decir verdad, el Imán Husayn me había instruido que lo llevara hasta Baghdád", y, con suma amabilidad, me dijo "adiós".


Cuando llegué a la presencia de la Bendita Belleza, lo reconocí como el mismo Santo Personaje que había visto en mi sueño, y fui favorecido con Su gracia infinita.

(Nabil)


***


La Bendita Belleza era una fuente de gran generosidad y merced para todos, pero particularmente con los pobres, a quienes les prestaba una atención especial. Siempre confería regalos a los minusválidos, a los huérfanos, y a los necesitados a quienes encontraba durante Sus caminatas por la ciudad.

Una de estas personas era una anciana de unos ochenta años, que vivía en un área marginal a través de la cual a menudo pasaba Bahá'u'lláh. Cada día, cuando caminaba de Su casa al café de Sar-i-Jisr, ella esperaba que Él pasara por la carretera. Bahá'u'lláh era excesivamente amable con ella y siempre le preguntaba por su salud. Aunque Él no dejaba que ella besara Su mano, cada vez que ella deseaba besar Su rostro, debido a que estaba encorvada por la edad y era de corta estatura, Él Se inclinaba hacia abajo para que ella pudiera realizar su deseo. A menudo solía hacer esta observación: "Debido a que amo a esta anciana, ella también Me ama a Mí." Durante Su tiempo en Bagdad, le derramó Su amabilidad, y antes de partir para Constantinopla, hizo arreglos para suministrarle una pensión hasta el fin de sus días.

Cualquier café al que fuese la Bendita Belleza, se llenaba de clientes. Esto traía buena suerte a su propietario.

(Nabil)


***


Un funcionario del consulado persa en Bagdad, un día visitó a Bahá'u'lláh para informarle que uno de los persas acusados de traición contra el gobierno había proclamado ser devoto Suyo. Por respeto a Bahá'u'lláh dudaron en actuar, pero pidieron Su consejo en cuanto a su deber para con el malhechor.

"Dile", afirmó Bahá'u'lláh, "que nadie en este mundo puede pretender relación alguna conmigo excepto aquellos quienes, en todas sus acciones y en su conducta, siguen Mi ejemplo, de manera tal que todos los pueblos de la tierra serían impotentes para impedirles hacer y decir aquello que es digno y apropiado."

(Nabil)


***


"Mientras vivía en una montaña llamada Sar-Galú, en Sulaymaníyyih, un día la Bendita Belleza encontró a un estudiante proveniente de la escuela de Khániqáh sentado en la vera del camino y llorando amargamente. Cuando se le preguntó la razón de su tristeza, el muchacho explicó: "Hoy el maestro les dio a todos los otros muchachos una copia para practicar su escritura, pero a mi me despidió y no tengo copia". "Si trajeras tu pluma y tu papel", Bahá'u'lláh le sugirió amablemente, "haré una copia para ti".

Cuando regresó a la escuela, mostró este espécimen de la exquisita caligrafía de Bahá'u'lláh a los maestros y estudiantes; todo el mundo quedó asombrado y las noticias de esto se difundieron por todo Sulaymaniyyih, a medida que la copia pasaba de mano en mano, despertando admiración y curiosidad en todos aquellos que la veían."

(Nabil)










 
 
 

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