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Las Manifestaciones Gemelas

La Fe bahá’í comenzó con la misión confiada por Dios a dos Mensajeros divinos – el Báb y Bahá’u’lláh. Hoy, la unidad distintiva de la Fe que Ellos fundaron se deriva de las instrucciones explícitas dadas por Bahá’u’lláh para asegurar que Su guía continuara después de Su fallecimiento. Esta línea de sucesión, conocida como la Alianza, pasó de Bahá’u’lláh a Su Hijo ‘Abdu’l-Bahá, luego de ‘Abdu’l-Bahá a Su nieto, Shoghi Effendi, y, posteriormente, a la Casa Universal de Justicia, ordenada por Bahá’u’lláh. Un bahá’í acepta la autoridad divina del Báb y de Bahá’u’lláh, y la de estos sucesores designados.

El Báb

1819-1850

Durante una noche primaveral de 1844, tenía lugar entre dos hombres jóvenes, una conversación que presagiaba una nueva era para la raza humana. Un comerciante persa le anunciaba a un viajero en la ciudad de Shíráz que Él era el Portador de una Revelación Divina que estaba destinada a transformar la vida espiritual de la humanidad. El nombre del comerciante era Siyyid ‘Alí-Muhammad, conocido históricamente como El Báb, que significa “la Puerta”.

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La mitad del siglo XIX fue uno de los períodos más turbulentos de la historia del mundo. Estaban en marcha dos grandes revoluciones: en Occidente, la revolución industrial desafiaba las pautas de vida, relaciones y condiciones sociales que habían permanecido casi inalteradas durante siglos. En Oriente, nacía una revolución espiritual, despertando a las masas que permanecían en estado de ignorancia, superstición y temor.

En todo el mundo, la gente sabía que despertaba una nueva época. Los cristianos y musulmanes por igual creían que la llegada del Prometido era inminente. Muchos se preparaban para buscarlo y oraban fervientemente para poderle reconocer.

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El propósito principal de la Misión de El Báb, la cual duraría solamente seis años, era que la gente se volviera consciente del hecho de que había comenzado un nuevo período en la historia humana, que presenciaría la realización de la unidad de la humanidad en un nuevo orden mundial. Este gran día se establecería a través de la influencia de un Educador divinamente inspirado, designado por el Báb como “Él que Dios hará manifiesto”.

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En un lenguaje profundo y tierno, el Báb explicó que el nuevo Mensajero de Dios inauguraría una época de paz y justicia que era la esperanza de todo corazón ansioso y la promesa de cada religión. El Báb llamó a Sus seguidores a difundir este mensaje en todo el país y a preparar a las gentes para este tan anhelado día.

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Bahá'u'lláh

1817-1892

A través de la historia, las grandes religiones han proporcionado la principal fuerza que promueve la civilización del carácter humano; impulsan a sus seguidores a la autodisciplina, devoción y heroísmo. A nivel social, muchos de los principios morales de la religión se han traducido a códigos universales de leyes que regulan y elevan las relaciones humanas.

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Cada vez que aparece un Mensajero de Dios se libera en el mundo un nivel más alto de inspiración para la siguiente etapa en el despertar y avance de la humanidad. Un ser humano —común en todo sentido externo— es llamado a ser portavoz de Dios. Pensamos en Moisés frente a la Zarza Ardiente, en Buda que recibe iluminación debajo del árbol de Bodhi, en el Espíritu Santo que desciende sobre Jesús en forma de una paloma, o en el arcángel Gabriel que se le aparece a Muhammad.

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En abril 1863, las calles de Bagdad nunca habían presenciado tal escenario: hombres y mujeres, jóvenes y viejos de toda condición reunidos en la vía pública que conducía a las orillas del Río Tigris, para despedir en lágrimas a Alguien que se había convertido en su amigo, su consolador y su guía.

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Desterraban de entre ellos a Mírzá Husayn-‘Alí, conocido como Bahá’u’lláh cuyo título significa “La Gloria de Dios”. Siendo un seguidor destacado del Báb, cuyas enseñanzas se habían extendido por Persia dos décadas antes, Bahá’u’lláh había renunciado a la vida privilegiada en la cual había nacido, aceptando más bien el encarcelamiento y el exilio por el resto de Sus días.

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Sin embargo, en este día en particular, la angustia de Sus seguidores pronto se transformaría en esperanza cuando Bahá’u’lláh anunciara lo que muchos de ellos imaginaban – Él era el gran Educador Divino anunciado por el Báb, el iniciador de una nueva era en la historia en la que las tiranías e injusticias del pasado darían lugar a un mundo de paz, justicia y unidad entre las naciones.

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La “Divina Primavera”, anunció inequívocamente, había llegado.

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Durante cuatro décadas fluyeron de Su pluma miles de versos, cartas y libros. En Sus Escritos, esbozó el marco para el desarrollo de una civilización mundial que considera la dimensión espiritual así como la material de la vida humana.

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Bahá’u’lláh sufrió 40 años de encarcelamiento, tortura y exilio por haber traído el más reciente Mensaje de Dios a la humanidad. Hoy Su vida y misión son cada vez más conocidas en todo el planeta. Millones de personas están aprendiendo a aplicar Sus enseñanzas en sus vidas y en sus comunidades para el mejoramiento del mundo.

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